La foto es de wakko™ en Flickr
Por: Carmen Escriña
El jueves pasado Fernando llegó a España desde Argentina para visitar a una amiga. Pasó 36 horas en una de las terminales de Barajas retenido y finalmente fue devuelto a su país. Nos cuenta lo que allí vio y vivió, una realidad vergonzosa para el Estado español.
¿Qué te puede pasar si viajas o haces escala en España? El minitour de 3 días y una noche con visita a “su señoría” incluida me salío barato, pero eso es lo único que pude ver de España. No es una reacción motivada por la bronca, la finalidad de este artículo no es ofender ni fomentar el odio racial hacia un país, sino denunciar las atrocidades que se cometen. Lo primero que hay que hacer es informar.
De vez en cuando sale a la luz algún que otro caso, como el de la mujer que no pudo ver a sus nietas, pero la triste verdad es que todos los días se dan casos similares.
Si no tienes pasaporte de la comunidad europea, no vayas a España, ni siquiera hagas escala para ir a otro país europeo. Aunque tengas la famosa carta de invitación, aunque tengas pasaje de vuelta y 3.000 euros para gastar, no hagas que un avión te baje en España, porque sólo es cuestión de que algún policía racista no encuentre 2 ó 3 compañeros de vuelo en una situación peor que la tuya para que te devuelvan a tu país. No importa de dónde vengas, y no importa si vas a Roma, París, o Ámsterdam, tienen la obligación de deportar 2 ó 3 de cada país por día y lo harán.
Ya lo dijo un policía no tan malo, no me dejó pasar por el free-shop cuando me llevaba al avión, pero no era racista. El mismo reconoce que “al gobierno le sale caro deportar a alguien que se queda a vivir o trabajar ilegalmente”, por lo tanto comete estas atrocidades para amedrentar y ahorrarse algunos “mangos”, aunque violen los tratados internacionales y los derechos de las personas inocentes.
Como le pasó a Silvia, salió de Buenos Aires para encontrarse con su novio español, hacía tiempo que no lo veía, él le regaló el viaje, estaba ansiosa por encontrarse con él, pero lamentablemente para ella el policía eligió dejar pasar a España al joven que iba a tirar las cenizas de su padre al cual también estuvieron a punto de deportar.
El policía no dudó de que Silvia tenía claras intenciones de entrar de forma fraudulenta a España, trabajar ilegalmente y quedarse a vivir durante 30 años ilegalmente en el Estado.
Desde ese momento ella tuvo que oír una mentira tras otra, le dijeron que debían esperar a un abogado que presenciara la entrevista para que fuera legal y que entonces sí podría pasar, pero ya no había nada que hacer, el policía la eligió y pasó el resto del día en el “hotel” del aeropuerto, no vió su valija, le quitaron su teléfono y otras pertenencias que al vigilante se le antojaron y debía volver en el siguiente vuelo al lugar de donde vino.
Lloró y lloró todo el día, habló y habló por teléfono con su novio, los dos no pararon de llorar, alguien llamó a la embajada argentina, los policías les aseguraron que si llegaba la famosa “carta de invitación” la dejarían pasar. Pero para obtener la carta había que pedir cita, te la daban para dentro de varios días y el avión salía antes.
Este caso parece increíble, pero hay muchos más así. Como el del joven venezolano que viajaba frecuentemente a Italia para ver a su hermano y nunca había tenido problemas hasta que decidió llevar a su hija con él. Como debía comprar dos pasajes en vez de uno, compró un vuelo con escala en España para abaratar costes, grave error. Él y su hija se encontraron en la misma situación que Silvia, pero parecía que tenían una ventaja. En Italia se puede obtener la famosa “carta de invitación” en el día, y por suerte ésta se puede hacer llegar por fax al aeropuerto. “Si llega la carta te dejaremos seguir a Italia”, le dijeron a él también. Las horas pasaron, la carta llegó pero en italiano y los policías no tuvieron tiempo para obtener una traducción oficial. Ni siquiera viajaba a España, pero él y su hija se tuvieron que volver a Caracas.
¿Se puede poner peor la cosa?
Johanna está embarazada de varios meses, vive en Buenos Aires y su novio trabaja en Francia. Le compró el pasaje a su novia y cometió el grave error de cogerlo con escala en España. El policía tenía la certeza de que con panza y todo ella se iba a quedar a trabajar ilegalmente varios meses para dar a luz en Europa.
Johanna les preguntó a los policías si estaban seguros de que su valija iba a volver con ella a Argentina, ya que contenía medicamentos importantes. Los policías le dicen “quédate tranquila que la aerolínea está avisada, aquí nunca perdemos la valija a nadie”. Cuando Johanna llegó a Buenos Aires su valija no apareció.
Pero, ¿qué pasa cuando la víctima de racismo no habla español?
“¿Alguien habla inglés?”, preguntó el policía al grupo de personas retenidas. Con mucho esfuerzo le expliqué al extranjero que las habitaciones de retención sólo se abren de noche, que podía realizar llamadas telefónicas si tiene dinero encima, y que si estaba en ese espacio del aeropuerto es porque iba a volver al lugar de donde vino. No importaba si venía de un largo viaje y llevaba 30 horas sin acostarse. Las habitaciones se abren de noche.
La chica hindú no tuvo tanta suerte, nadie entendía su idioma, nadie la podía ayudar, nadie consiguía que lograra llamar por teléfono. El policía sólo le decía, “¡No llorar! ¡Traductor, venir luego!”. Ella por supuesto seguía llorando.
También conocí el caso de dos niños venezolanos que viajaban solos con un permiso, la madre los tenía que recoger en el aeropuerto. Al parecer el permiso se extravió en algún lugar del camino desde el avión a la oficina de la policía en el aeropuerto, allí los retuvieron y su madre no pudo llevarlos a su casa, ni siquiera pudo entrar a verlos, ni a calmarlos ni a consolarlos. Se podría haber reenviado el permiso por fax, pero por supuesto, en el departamento de policía, hacer algo lógico está prohibido. Ellos tuvieron que volver a Caracas.
¿Pero tanta gente?
La tía de Shirley fue a visitarla a Paraguay y la convenció de ir a conocer España a su vuelta. No importó si Shirley trabajaba, estudiaba y además era dueña de una boutique en San Lorenzo. Al policía no le cupo ninguna duda de que la “sudaca” quería entrar en España porque en su país “se moría de hambre”.
Elva y otro chico llegaron de Guinea Ecuatorial. Este destino no tiene vuelos frecuentes y pasaron cuatro días sin ver su equipaje, sin cambiarse de ropa y duchándose sólo con agua fría.
Elva tiene sus dos hijos en España, su permiso de residencia venció y cometió el error de ir de vacaciones fuera del país. El policía del aeropuerto sabía que los hijos de Elva no necesitaban una madre “sudaca y delincuente” y le dieron dos opciones: pagarse el viaje a Ecuador, su país natal, o ser devuelta a Guinea Ecuatorial, donde tampoco tenía residencia legal.
En sólo 36 horas de estancia se multiplican los casos así: el chico uruguayo, la chica chilena, la que iba a Portugal de vacaciones, otra chica paraguaya, siete brasileños incluyendo una madre con dos niños pequeños, una madre con su niña, otra argentina más desde San Luís con su niña, una señora que iba de Marruecos a Francia, una familia venezolana… Todos ellos cometieron el error de ir o hacer escala en España.
Con un pasaporte en regla bastará para entrar en Francia, Italia o cualquier otro país menos racista. De cumplirse con los tratados internacionales en vigor, los españoles deberían exigirnos los mismos requisitos que les exigimos nosotros a ellos, presentar un pasaporte válido, nada más.
No les importa que, en muchos de los casos, el que pagó el viaje es alguien que vive y trabaja legalmente en España, a veces mismos españoles ven cómo el esfuerzo de mucho tiempo de trabajo se va a la basura, además de sentir la vergüenza de ver como su país tiene este comportamiento racista, el cual desconocían hasta este momento.
¿Son estos casos todos los acontecidos durante el 2010 en España?
¡Por supuesto que no! Esto es sólo una parte de lo ocurrido en 36 horas un una sola de las 4 terminales, de uno solo de los más de 15 aeropuertos internacionales de España.
(Aclaro para algún distraido que cualquier término despectivo como sudaca, delincuente, muerto de hambre, etc, está utilizado de forma irónica, excepto cuando el término despectivo esté dirigido a un policía español).
Escrito por Fernando Raynaudo, joven argentino que el 22 de julio fue retenido durante 36 horas en el aeropuerto de Madrid-Barajas y luego devuelto a su país.