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El Saloncito de Ross

LA ESCLAVITUD EN EL SIGLO XXI

LA ESCLAVITUD EN EL SIGLO XXI

La esclavitud fue definida, en 1926, por la Convención contra la Esclavitud, como “el estatus o condición de una persona sobre la cual se ejercen algunos de los poderes asociados al derecho de propiedad”. Así se ampliaba el ámbito de la esclavitud, reconociendo otras formas similares.

 

A pesar de que la Convención de la Esclavitud (1956) prohíbe “cualquier práctica o institución en la que la mujer, sin el derecho de renunciar, es entregada en matrimonio a cambio de una compensación económica o en especie a su familia”, todavía permanecen vigentes en muchos lugares acuerdos de matrimonios con contraprestación económica. También algunos inmigrantes avecindados en Europa tratan de imponerlos, en nombre de tradiciones que no son admisibles en los países de la Unión Europea que ellos eligieron en busca de otro nivel de vida. Si no respetan las normas que nos han permitido alcanzar estos modelos de bienestar, lo adecuado es que se vuelvan a sus lugares de origen.

En algunas zonas rurales, las deudas familiares se saldan con la entrega de niños como “servidores de por vida”. Es conocido en los países receptores de inmigrantes el terrible endeudamiento de quienes llegan sin papeles y caen en manos de mafias criminales que los explotan bajo amenaza de vengarse en sus familias.

Hay que considerar como forma de esclavitud lo que sucede con los niños reclutados a la fuerza por los ejércitos de Sudán, de Somalia, Liberia, Zaire o Sierra Leona. En Latinoamérica hay miles de adultos coaccionados para alistarse en ejércitos regulares, en guerrillas o grupos paramilitares.

La raíz de la actual esclavitud está en la pobreza absoluta de zonas cada vez más amplias del planeta y en la explotación sistemática que de los más débiles practican compañías transnacionales que no respetan fronteras, ni reconocen ley ni más orden que sus beneficios económicos.

 

Es preciso denunciar lo que genera estas nuevas formas de esclavitud: Los esclavos de hoy son producto de la guerra, de los criminales negocios de armas y del narcotráfico, así como de la demencial competitividad de los mercados. Es el resultado de un ultraliberalismo que confunde valor con precio y que considera a los seres humanos como mercancías y a las riquezas de la tierra como recursos explotables.

 

La esclavitud no es una fatalidad, sino una monstruosa injusticia ante la que es legítimo rebelarse por todos los medios.

“Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX, no nos parecerán lo más grave los crímenes de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas” Luther King.

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