CREENCIAS Y COSTUMBRES DE LOS ABORÍGENES GUAMCHES
La religión guanche era politeísta y animista, los guanches tenían sus propios dioses, distintos en cada isla, pero ninguno común, aunque sí con conceptos comunes.
Creación del Mundo
En un principio era Achamán, dios poderoso y eterno que se bastaba a sí mismo. Antes de él sólo había la nada y el vacío, el mar no reflejaba el cielo y la luz aún carecía de colores. Achamán también se llamaba Abora y también Alcorac. A él debían su existencia las criaturas, pues creó la tierra y el agua, el fuego y el aire, y toda la vida que en ellos cabía. Achamán habitaba las alturas y a veces las cumbres de las montañas para regocijarse contemplando lo que ante su mirada se avivaba.
Un día se detuvo Achamán en la cima de Echeyde. Desde allí su obra le pareció más bella y perfecta, como si la descubriese por vez primera, y pensó que debía compartirla. Entonces decidió hacer a los seres humanos para que también ellos admirasen lo creado, para que de ellos hicieran uso y para que lo conservasen.
En Gran Canaria el dios superior y dios solar se denominaba Acoran pero existían muchos más dioses de menor importancia y elementos místicos tales como espíritus ancestrales, demonios y genios.
Los aborígenes guanches nunca o rara vez tuvieron templos en el sentido moderno de la palabra. La mayoría de los investigadores están de acuerdo en que los guanches realizaban sus cultos al aire libre, bajo árboles sagrados como el pino o el drago, o cerca de montañas sagradas como el Teide, el cual creían que era la morada de Guayota, el demonio. El monte Teide era sagrado para los aborígenes guanches y desde 2007 es Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo en ocasiones los guanches también realizaban cultos en cuevas, como en la cueva de Achbinico en Tenerife, donde se daba culto a la Virgen de Candelaria.
La vida después de la muerte
Los guanches de Tenerife y, con toda probabilidad el resto de las poblaciones insulares, creían que los espíritus de sus antepasados iban a parar al Sol, astro que, consideraban como Ser Superior por excelencia (junto con el dios del cielo, que lo sostiene) y era, por tanto, objeto de adoración. Esta deidad solar se sintetizaría de la siguiente manera: creían que los espíritus de sus antepasados iban a parar al Sol, y cada mañana a su salida por el Este aparecían por el firmamento, realizando el itinerario diurno hasta que finalmente desaparecían, para de nuevo regresar al día siguiente. En muchas culturas este viaje de las almas en su morada solar se ha simbolizado con un carro; en Tenerife este medio se ha sido sustituido por pájaros y, en islas como El Hierro se asimiló a una casa.
El rito de la momificación
Cabe resaltar que la momificación guanche es en muchos aspectos parecida a la practicada por los egipcios. Para preservar la corrupción en los cadáveres cuidaban mucho el proceso, el cuerpo, y sobre todo guardaban una especial memoria y honra a los difuntos. La momificación o mirlado, como le llamaron los primeros cronistas españoles de las "islas afortunadas" (Canarias), no fue de uso general entre la población guanche, existiendo varios procesos que muestran cierta gradación en la práctica funeraria que corresponden a una diferencia social y económica entre las diferentes castas de su sociedad. Aunque la momificación se practicó en todas las islas, fué en la isla de Tenerife donde alcanzó mayor perfección.
Según las referencias obtenidas, existía en el pasado de las islas una tribu de sacerdotes que hacía del arte del embalsamamiento un verdadero secreto y casi un misterio sagrado, confeccionando una especie de ritual alrededor de la momificación. Por desgracia, después de la conquista española, no ha quedado ningún conocimiento escrito de aquel arte, y sólo a través de la tradición se ha podido saber cómo y cuáles fueron las técnicas empleadas.
Los achicasnai, la casta más baja del estrato social guanche y que se dedicaban a los trabajos relacionados con la sangre, curtidores y matarifes– eran los encargados de realizar el mirlado, manteniendo vivas las técnicas y los actos que conllevaban todo el ritual.
También en lo referente a la momificación de los cadáveres, hay que destacar la célebre Momia de San Andrés (en la foto de la derecha), que actualmente se encuentra en el Museo de la Naturaleza y el Hombre de Santa Cruz de Tenerife, es considerada una de las momias guanches mejor conservadas.
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