LA TIERRA NO ES PARA ELLAS
La foto es de Not all potatoes can swim... en Flickr
Fuente: Anapaes/CanalSolidario.org
Sólo en América Latina existen más de 60 millones de mujeres que trabajan diariamente en el campo. Sin embargo, muy pocas son dueñas de la tierra que trabajan. Estas estructuras se repiten en África, Asia y Europa como consecuencia de tradiciones discriminatorias y vacíos legales.
“La disparidad en el acceso a la tierra es una de las principales causas de desigualdad económica y social entre hombres y mujeres de las áreas rurales. Hace peligrar la seguridad alimentaria a nivel familiar y comunitario, e impacta en el desarrollo de todo el país”, aseguran desde la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
Para constatar esta realidad y analizarla con mayor profundidad , la FAO ha lanzado una nueva base de datos sobre género y derecho a la tierra. En ella, se ofrece información sobre la forma en que hombres y mujeres de 78 países difieren en sus derechos legales y el acceso a la tierra. Esta base de datos abarca tanto leyes nacionales, costumbres, tratados internacionales, estadísticas, instituciones y organizaciones de la sociedad civil que trabajan en la cuestión de la tierra.
A través de los datos que aparecen recogidos en la base de datos, se aprecia que en países como Argentina, sólo uno de cada cinco propietarios de tierras es mujer. Esta situación se agrava todavía más en Guatemala, donde, pese a desempeñar un papel crucial para mantener a sus familias, las mujeres ni siquiera representan el 8% de los dueños de las superficies agrícolas.
Estas estructuras se repiten también en Asia. En la India, del total de 120 millones de personas propietarias de tierras en el país, sólo 13 millones son mujeres. Y en Bangladesh, sólo hay una propietaria por cada 36 dueños de tierras.
En el continente africano, la situación es similar. En Nigeria, la mujer enfrenta graves problemas cuando el marido o el familiar varón a través del cual accedía a la tierra decide migrar hacia la ciudad en busca de mejoras laborales. Según denuncia la Comisión Económica para África (en inglés), en ese momento la tierra pasa a otro hombre mientras que la mujer sigue siendo una campesina sin tierra. Del mismo modo, la calidad de esposa que garantiza el acceso a la tierra deja de tener validez cuando se separa o se divorcia de su marido.
Y Europa tampoco se libra de estas huellas de discriminación. Por ejemplo, mientras que en España casi un millón de personas poseen tierras de cultivo, las mujeres apenas representan una cuarta parte.
“Esta base de datos constituye una información de vital importancia para los responsables políticos. Pero hasta ahora, obtener información sobre este fenómeno en un lugar determinado era difícil”, asegura Marcela Villareal, Directora de la División de Género, Equidad y Empleo Rural en la FAO. Pero ahora, con esta herramienta cualquier persona con acceso a Internet podrá encontrar un panorama más claro de los principales factores sociales, económicos, políticos y culturales que afectan al acceso a la tierra y las difíciles condiciones para que la mujer pueda ejercer sus derechos sobre ella.
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